NARRATIVA DE CARLOS VILLACORTA VALLES


jueves, 5 de junio de 2008

MACHU PICCHU FUE DESCUBIERTO EN 1867 POR EL ALEMÁN AUGUSTO BERNS Y NO EN 1911 CONFORME SE SEÑALÓ INICIALMENTE

Machu Picchu descubierto en 1867 por un alemán y no en 1911


La ciudadela incaica de Machu Picchu, la mayor joya arqueológica de Perú, fue descubierta por un aventurero alemán en 1867, 44 años antes que el arqueólogo estadounidense Hiram Bingham la diera a conocer al mundo, revelaron investigadores este miércoles a la AFP.

El hallazgo lo hizo Augusto Berns, que era un buscador de oro y un empresario maderero, dijo el historiador peruano Carlos Carcelén quien realizó su investigación junto con el cartógrafo estadounidense Paolo Greer, el arqueólogo francés Alain Gioda y el historiador británico Alex Chepstow-Lusty.

Este equipo realizó investigaciones en archivos de Perú y de España que cuestionan la versión de que Machu Picchu fue descubierta en 1911 por Bingham.

"Hemos demostrado que Berns y sus socios extrajeron el oro de los restos arqueológicos de Machu Picchu utilizando una empresa que obtuvo una concesión minera para explotar madera y oro en la zona donde se encuentra la ciudadela", dijo Carcelén.

"Lamentablemente comprobamos que hubo un gran saqueo de objetos de oro que luego fueron vendidos a museos y universidades europeas", explicó.

"Fue el descubrimiento de un mapa alemán del siglo XIX en los archivos de la Biblioteca Nacional de Lima" por el cartógrafo Paolo Greer que puso a los investigadores sobre la pista, explicó a la AFP Alan Gioda, historiador del Instituto para la Investigación y el Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés).

Berns sería entonces el verdadero descubridor de la ciudadela indígena que los conquistadores españoles nunca encontraron.

"Es mi íntima convicción y en este punto asumo el riesgo" por esa afirmación, dijo Gioda, explicando que los investigadores poseen un manojo de pruebas: documentos que evidencian la explotación de la mina, el mapa, la concesión e inclusive una frase de Bingham, que expresa la posibilidad de que un explorador se le adelantó en Machu Picchu.

Hasta ahora Bingham es considerado el descubridor de Machu Picchu en 1911, pese a que en Perú campesinos locales ya conocían antes de esa fecha su existencia aunque no su valor arqueológico.

Carcelén fue enfático al señalar que a Berns "no lo movía un interés científico ni arqueológico" sino que formaba parte del contingente de europeos -ingleses, franceses, italianos y alemanes- que "venían a saquear al Perú en el siglo XIX".

"Eran comerciantes que no tenían oficio ni beneficio, sin conceptos morales que llegaron a enriquecerse, a sacar el mayor provecho en muchas actividades", refirió.

Berns encontró su lugar de explotación e instaló un aserradero en la selva al sudeste de Cusco, instalándose en Aguas Calientes, poblado al pie de la montaña donde se ubica Machu Picchu.

Su empresa, sobre la cual se han encontrado documentos de fundación en la Biblioteca Nacional de Perú, era utilizada por el alemán para sacar el oro al extranjero, señaló el historiador.

Los investigadores están tratando de determinar la cantidad de piezas arqueológicas que se llevó Berns y están tras la pista de "una serie de individuos, contactos comerciales y socios que negociaron el oro y otros objetos en Europa".

Carcelén anotó que misteriosamente en Europa comenzaron a surgir a fines del siglo XIX colecciones en muchos museos y universidades europeas con objetos procedentes de Perú.

Sin embargo, no hay registros de expediciones arqueológicas ni antropológicas en esa época a Perú, aseveró, señalando que fue a partir de la llegada de los objetos saqueados que universidades alemanas comenzaron a enviar expediciones.

Actualmente se siguen negociando los objetos de Machu Picchu que extrajo Berns. "Por eso la idea de divulgar esta información en medios europeos es para evitar que se siga con este comercio", dijo.

Para poderse llevar las piezas arqueológicas Berns contó con la anuencia del presidente de la época, José Balta, quien se mostró muy permisivo con el alemán, según Carcelén.

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